martes, 29 de junio de 2010

Maras, tortilla de patatas y Dios en los pucheros

Hoy he estado en el presidio de San Pedro Sula. Desde hace unos meses estoy yendo allí dos días a la semana para trabajar con los diferentes grupos: Los alumnos de estudios a distancia, los profesores (que también están allí como presos), los castigados, los policías (que han cometido algún delito), los pesetas (que son mareros de diferentes grupos) y los MS (que es la mara Salvatrucha, también llamada la Mara 13). El caso es que hace unos meses estuve con estos últimos, los de la MS, y entre taller y dinámica sobre la autoestima, quedamos que si España ganaba a Honduras en el mundial, tenían que regalarme un mango y yo iría a hacerles una tortilla de patatas.
Hoy ha sido ese día. Después de que España ganase a Portugal por 1-0 (final que he visto en la celda de los MS), me he puesto a cocinar allí. Ha sido una cosa rara al principio porque he entrado a la cocina (bueno, donde preparan la comida, porque cualquier parecido con una cocina normal es mera coincidencia), y me he puesto a cocinar. No me han hecho ni caso y pasaban por delante de mí sin pararme bola (como se dice aquí al que no te hagan ni caso), pero yo acostumbrada a mi gata que cuando quiero que me preste atención tengo que ignorarla, me he puesto a hacer lo que había prometido, una tortilla de patatas.
El caso es que entre pelar patatas, llorar con la cebolla y bromas sobre los huevos (porque yo traía los que yo había comprado y bromeaba con ellos diciendo que no tenían huevos y que, como a mi me sobraban, había traido de los mios), se ha ido creando un clima increible. Ha empezado a haber una complicidad con los que tímidamente se acercaban, que provocaba que los demás se fuesen animando.
El caso es que cuando ya estában cási hechas las patatas, yo ya contaba con una docena de pupilos que miraban curiosos lo que yo iba haciendo y como iba dando la vuelta a la tortilla sin que se me cayese.
En ese momento me ha venido a la mente una frase mientras que iba cortando la cebolla y que decía Santa Teresa de Jesús: "Hay que saber encontrar a Dios hasta entre los pucheros" y, os aseguro que ahí estaba Él, en ese momento. Y el levantar la vista y verme en esa "cocina" cocinando para y con ellos, rodeada de gente "violenta" que ha cometido delitos graves de sangre, pero con los que estaba hablando y bromeando como con cualquiera de mis amigos en otros momentos y lugares, me ha emocionado. Menos mal que estaba cortando cebolla y he podido justificar las lágrimas que han corrido por mi mejilla.
No hay fotos, ni falta que hace, porque la imagen va a quedar para siempre en mi mente y en mi corazón.
He salido de allí y les he dejado degustando las dos tortillas de patatas. Y al llegar a casa me he comido el mango regalado por uno de ellos, el cual me ha sabido al mejor mango que he podido comer en mi vida.

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