miércoles, 2 de septiembre de 2009

Aldeas

Visita a una de las Aldeas

En Honduras, las extensiones de tierra entre unas personas y otras es muy grande, sobre todo entre las personas que viven a las afueras de las grandes ciudades o poblaciones, por este motivo se organizan en Aldeas. Cada una de estas aldeas tiene su nombre y está constituida por una serie de personas que forman parte de un patronato y se encargan de controlar y atender las necesidades de los que les rodea. La mayoría de las personas que viven en las aldeas viven de la agricultura y recolección de alimentos.
Para atender a las necesidades parroquiales y religiosas de las aldeas, surje la figura del "Delegado de la Palabra" y que es una persona a la que se ha formado en temas de religión católica y que, dada la dificultad que tienen los sacerdotes para poder desplazarse a todas las aldeas (por su lejanía unas de otras), los delegados de la palabra son los encargados de animar las celebraciones una vez a la semana, de llevar a cabo reuniones de catequesis, etc. Los grupos y demás acciones que se lleven a cabo en la aldea desde el punto de vista religioso, dependerá de lo activo que sea el Delegado de la Palabra.

Todo esto lo explico porque hay que entender la personalidad y características de los Hondureños. Son personas muy religiosas que demandan celebraciones y la presencia de una representación de la iglesia en sus aldeas, ciudades y pueblos. Puede que en una Aldea no haya escuela y seguro que no habrá médico, pero podemos encontrarnos con varias iglesias (en la mayoría de los casos una católica). Por este motivo hay tantas sectas y grupos religiosos muy diferentes aquí.

El tema es que, como hemos venido a Honduras en calidad de Misioneros Laicos de la Iglesia Católica, una de las funciones que hemos tenido que cumplir en este sentido ha sido la de acudir a las Aldeas para ayudar y dar apoyo a los Delegados de la Palabra, celebrar con ellos alguna eucaristía y visitar a los enfermos y personas de las Aldeas.

Estuvimos en la Aldea 3 de Mayo visitando a Marcos, el Delegado de la Palabra de allí. No acogió en su casa desde el sábado por la mañana hasta el Domingo por la mañana. Fueron 24 horas muy bonitas, aunque cansadas porque cada una de las personas a las que íbamos a visitar estaban en diferentes lugares, lejos unas de otras, y algunas en lo alto de alguna montaña (menos mal que llevábamos las botas de montaña).


Lo bueno es que en cada una de las casas nos ofrecían algo de beber cuando llegábamos, lo malo es que te lo bebías sin pensarlo mucho, porque muchas de las casas no suelen tener agua purificada y hay riesgo de contaminación, amebas y demás, pero nada hacíamos como si nada (por suerte, de nuevo, no hubo problema)

La parte mala fué que había plaga de zancudos (mosquitos) y nos llenamos de picaduras, con el miedo de que son esos mismos mosquitos los que contagian la enfermedad de la Malaria (por suerte al final no pasó nada).

La noche fue bastante dura. Lo primero porque las del Delegado es una familia bastante humilde y no tenían una casa lo suficientemente grande, por lo que nos dejaron a los tres que íbamos (Teresa, Fernándo y yo) en una habitación con dos camas, y ellos durmieron en el suelo (los niños), el padre fuera de la casa en una hamaca y la madre con otro de los hijos en una cama. Me dió mucha verguenza, pero el no aceptarlo o querer dormir en otro lugar, ellos lo toman como una ofensa.

También fue dura por la plaga de zancudos que había. Estábamos a 35 grados de temperatura, durmiendo dos en una cama, metidos en una sábana-saco de dormir y sin poder sacar los brazos porque los zancudos te los picaban, a si que me pasé la noche sudando y escuchando el zumbido de los bichejos sobrevolando mi cabeza. Al final desistí y conseguí dormir algo, pero nos levantamos al día siguiente llenos de picadas.

No obstante fue una experiencia muy bonita, el poder compartir 24 horas completas y vivir en una casa como viven ellos fue increible

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